jueves, 1 de mayo de 2014

Desagravio a una dama roja


Antes de saber a qué sabía, fue el rojo lo que me atrajo. El rojo de satín bajo esa piel de cristal. Esa nota escarlata y justa entre un pentagrama de colores. Ese rojo eterno y elemental. Pero, como los tiempos que corren no admiten demora y la demanda es inoportuna y feroz, se hizo necesario trasquilarle la cabellera a la prosa y dejarla de un trágico estilo militar porque el tendero no sabe sino de urgencias menudeadas. Un insolente mercachifle que no ve más allá del vidrio y las letras blancas. Con esa misma negligencia rencorosa con que un cotero carga un piano, el tendero me tiende lo que él entiende como una botella ─ bella dama de curvas renacentistas─ sin antes exigir el pago por adelantado. Quédese con el cambio, tendero desalmado, pero antes despácheme un pan de queso que es el complemento legítimo para esta Kola Román, bella dama que usted agravia cuando insiste en ponerla al mismo nivel de las demás gaseosas.

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