martes, 30 de agosto de 2011

Periodismo a pesar de las tetas

Quería publicar antes un cuento en este blog La Palangana; pero resulta que incluso para escribir un cuento mediocre se necesita tiempo y un corrector de estilo que, en mi caso, tiende a ser exigente sin que conozca el oficio (yo mismo). Como no lo he terminado aún, quiero expresar entonces mis opiniones a propósito de la más reciente columna de María Jimena Duzán publicada en la revista semana titulada “Sin tetas sí hay periodismo”.

Escribe María Jimena que “Para demostrar que uno es una periodista arrojada y valiente no necesita empelotarse” para resumir así su posición acerca de la decisión de las periodistas de la W radio de salir desnudas en la revista Soho. Decisión que, aunque respeta, no la comparte por considerar que le resta seriedad a la labor periodística. Unos párrafos más arriba, Duzán escribe que el periodista debe ser libre e independiente; acto seguido resalta su formación profesional en ciencias políticas, la influencia que tuvo a temprana edad del periodismo a través de su padre y enuncia apartes de su trabajo como la gran periodista que es.

Sin embargo considero que las razones que aduce la columnista son argumentos ad-hominem que en la lógica formal se considera una falacia, y que consiste en valerse de la reputación y actuaciones de un individuo para rebatir o descalificar sus opiniones, lo cual resulta similar en gran medida a lo que hace Álvaro Uribe y Jose Obdulio Gaviria para descalificar las opiniones, investigaciones y denuncias de León Valencia por el hecho de haber pertenecido al ELN.

A un periodista o a un escritor se le debe juzgar, en el plano profesional, por su obra; por tanto el respeto, seriedad y credibilidad dependerán exclusivamente del contenido de lo que este publica y no de sus posiciones ideológicas, aspiraciones personales o fantasías sexuales. En ese sentido no resulta verosímil asociar el valor de la obra periodística o literaria con los asuntos personales del autor. Para nadie es un secreto, por ejemplo, la naturaleza irreverente, mordaz y muchas veces apátrida de Fernando Vallejo; pero condicionar y criticar su obra exclusivamente por su particular forma de ser, es una insensatez mayúscula.

Si bien es cierto que no hace falta desnudarse para ser una periodista arrojada y valiente, también es cierto que quién, siendo arrojado y valiente, opte por desnudarse no dejará de serlo por ese simple hecho. Es común que en los espacios de prensa actuales se emplee mucha tinta para abogar por la igualdad de derechos, rechazar los estereotipos machistas, rechazar el maltrato, denunciar la ridiculez de los nazis criollos. Pero le resulta imposible a la columnista evitar caer en el juego de los estereotipos, escribiendo primero, hace unas semanas, una ácida columna sobre el excéntrico Carlos Mattos donde lo critica simplemente por tener gustos diferentes, no por dineros mal habidos ni por desfalcar al estado. Hoy pone en duda la seriedad del trabajo de las periodistas de la W por su decisión de desnudarse, sin citar siquiera el trabajo de las aludidas.

No pretendo con esto defender el trabajo de estas mujeres de la W porque estaría cayendo en el mismo error, y porque además pienso que su credibilidad y seriedad periodística dependen únicamente de lo que puedan  decir a través de los micrófonos. Por ello, y sobra decirlo, cada oyente que sintonice la W podrá formarse, a partir de ahí, su propio criterio.

Pienso entonces que, en el mejor de lo casos, encasillar las opiniones y actitudes personales es una acción tan discriminatoria como la de encasillar por el color de piel y la orientación sexual; y digo en el mejor de los casos, porque en el peor, terminan grafiteros muertos a bala.